Al marcharse no hizo más que abrazar su libertad.
Se quiso justificar, porque a la madre de su hijo no pudo callar ni se dejó manipular.
Pensó que al dejarla iba a arruinarla.
No dejaba de gritarle que por ser madre nadie en su vida podría amarla y que por su culpa, su hijo crecería sin padre.
La vida mil vueltas dio y al volver a su barrio se corría el rumor, de que su hijo creció y a otro hombre "padre" llamó.
Quién fue el que lo abrazo y en sus primeros pasos sostuvo su mano.
La gente hablaba y él solo escuchaba como su alma se fragmentaba y sus latidos se aceleraban mientras sus manos sudaban.
Un golpe duro fue, el tiempo atrás no poder volver.
Que sus días en libertad, no habían valido la pena.
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