Estudiar la obra de Elena Garro supone entrar de bruces a un fantástico mundo que nos exige tener una profunda mirada encaminada hacía la reflexión social; Garro defiende en sus textos las raíces de México, del indígena y de la mujer, sin que esto suponga una literatura feminista o panfletista, pues más allá de su ideología, Garro crea un universo a partir de lo que culturalmente le pertenece y lo perfila hasta un mundo nuevo que se sostiene en el reconocimiento de lo propio.
Como en la mayoría de las obras de esta escritora, la esencia fantástica de los personajes y la posibilidad de que el tiempo se transforme se detenga o se contraponga están siempre presentes. La obra de Elena Garro plantea un gran número de interrogantes que se vuelven retos para el lector que se enfrenta a sus textos.
Sin embargo, la constante en el estudio de obra de Elena Garro es siempre hacer la conexión entre la vida personal y la escritura de la autora, no hay un solo artículo, antología o recopilación que no mencione la vida personal de la autora, con especial interés en su vida amorosa y matrimonial, aun cuando intenten analizar su obra, todos los críticos parecen caer en la tentación de asociar la escritura de Garro a la vida a lado de su famoso marido. Sobran análisis que incluyen la vida personal de la autora como medida de sus textos dejando su obra reducida a una especie de venganza en la que pretenden ver siempre la insatisfacción marital de la escritora, resulta curioso que críticas de este nivel abunden para referir la obra de una autora considerada, de manera unánime, como la mejor narradora mexicana del siglo XX.
Podemos intentar extraer desde su obra la forma de vida del mundo que Garro conoce y en el que se desarrolla como escritora para encontrar cuál es la necesidad (política, social o intelectual) que pretende satisfacer con sus textos y podemos usar estas intenciones para explicar aspectos fundamentales de su obra porque resulta evidente que la autora reconstruye su época y su lugar en el mundo dentro de sus textos, pero no solo ella, todos los escritores escriben desde este lugar común, como ya advirtió Deleuze: “De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados” (1996).
La misma Garro acepta, en una carta dirigida a Emmanuel Carballo que: “En la literatura se permite todo” y también que “la vida supera al arte” por lo que no es necesario decir nada más acerca de los “personajes de carne y hueso” que están detrás de los que viven en sus obras (2006). La equivocación viene de suponer que Garro escribe su propia autobiografía y justificar la vida personal con la obra.
Entendemos que el estudio del contexto de una obra brinda una buena veta para la investigación, pero el texto literario funciona por sí mismo, sin necesidad de justificarlo en la realidad efectiva de sus autores. En el caso de las mujeres que escriben, el estigma de la vida personal es más pesado puesto que siempre se les cuestiona a las mujeres desde dónde escriben. Entonces, si caemos en la tentación de escarbar en la biografía de la autora, cosa que se ha hecho incesantemente con Elena Garro, tratando de descubrir su modo de pensamiento, sus intenciones o hasta su filiación política estaremos más cerca de la prensa rosa que de la crítica literaria, en cambio, el estudio del texto por el texto nos ofrece posibilidades de investigación infinitas porque es el lector quien llevará las riendas de la interpretación.
Fuentes:
CARBALLO, EMANUEL.1986. Protagonistas de la Literatura Mexicana. Porrúa. México.
DELEUZE, GILLES. 1996. Crítica y clínica. Anagrama. Barcelona.
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