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Foto del escritorAna Karen

Cadena de Memorias (intro)

Las leyendas son leyendas y jamás pasarán de eso. Sin embargo, el placer de escucharlas es algo real que genera momentos gratos, sobre todo, si la persona que las cuenta tiene conocimiento de los orígenes de los relatos. Aunque bien es cierto hay leyendas oriundas de distintos países que se vuelven conocidas a nivel internacional y pasan de generación en generación, también es cierto que hay algunas que, por su poca difusión y la cantidad de personas que la conocen, tienen un aire de verdad, volviéndose así las favoritas del público.


La anciana pensaba constantemente en el trágico desenlace que había tenido aquella leyenda que nadie más que ella conocía, acarició la cadena de oro que reposaba en su regazo. Habían pasado más de 40 años desde que Noelia se la dio. Recordaba las palabras claras aunque temblorosas de la mujer: “nunca te alejes de ella, no dejes que un alma inocente se condene”. Habían pasado toda su vida cuidando de ella pero ahora había perdido las ganas de hacerlo, a fin de cuentas la vida que le quedaba no era mucha y las ganas de estar con su enamorado, así como el dolor de perderlo estaban ganando sobre la poca cordura que le quedaba.


La lluvia cayendo sobre las ventanas de su tienda la transportaron al día en que adquirió aquella joya de toque siniestro:



<<Habían pasado dos días de fuertes lluvias, por lo que nadie podía salir de la casa por precaución, cruzar el bosque de aspecto siniestro, con semejantes desastres naturales y a caballo no solo resultaba pesado sino peligroso.


Sebastián paseaba dando vueltas en círculos por su habitación, sus pasos seguían el patrón que su nerviosismo le brindaba, sus maletas yacían bajo la cama. Miró por la ventana para encontrar la mirada de María Elena, a pesar de la distancia, notó que el miedo la embargaba igual que a él, habían estado posponiendo sus planes de huida una semana y cada vez se volvía más difícil ocultarlos.


El reloj sonó anunciando una nueva hora, Sebastián debía bajar a la comida. Dirigió sus pasos escaleras abajo, mientras atravesaba la sala pudo escuchar los gritos de emoción provenientes del comedor. No había tema que no fuera la boda que se celebraría el sábado entrante y por la cual las dos familias más adineradas del pueblo quedarían unidas.


—Pero si ahí está el novio más guapo de todos—. la madre de Sebastián gritó para que todos vieran a su hijo.


Blanca, que era su prometida, levantó la vista y le sonrió de forma cálida a su futuro esposo, Sebastián regresó el gesto de forma amable y se acercó para darle un beso en la mejilla a la joven.


—Invitamos a Blanca para darte una sorpresa— el padre de Sebastián, solía ser el hombre más cruel y serio que se conociera, pero ese día tenía una chispa de alegría extraña— tienes mucha suerte, Blanca es preciosa.


María Elena entró al comedor con la comida para servir interrumpiendo los halagos que Eduardo tenía para su nuera.


— ¿Por qué está sirviendo una niña inexperta?— Noelia, la madre de Sebastián tenía poca tolerancia con la servidumbre y más tratándose de María Elena, a quien tenía catalogada como soberbia altanera.


—Querida, he mandado a Diana hoy a comprar unas cosas, nos atenderá su hija.


—¿Cosas para la boda? ¡¿Por qué no me dijiste para acompañarla?! Todo lo que tenga que ver con la boda de mi hijo es de mi incumbencia.


—No, algunas cosas para mi viaje.


De pronto la conversación se volvió interesante para Sebastián, con la ausencia de su padre le sería más fácil tomar el coche y huir antes de que se le obligara a casarse con quien no amaba.


—No habías mencionado que debías viajar, padre.


—Ha sido una sorpresa, parto hoy a las 6 de la tarde —Eduardo ocultó una sonrisa maliciosa pues sus planes marchaban como debían— pero no desviemos el tema. ¡María Elena! ¿Usted qué opina de Blanca?, ¿No es una señorita encantadora? Tiene todo lo que tú podrías desear, apellido, elegancia, pero sobre todo belleza. Sebastián y ella serán la mejor pareja del pueblo.


La mirada de la joven empleada se endureció y se dirigió rápidamente a la chica pálida de ojos marrones que estaba sentada al lado del hombre que ella amaba, llevando la vida que ella quería vivir.


Blanca estaba avergonzada, jugaba con el mechón ondulado que estaba bajo sus hombros de forma nerviosa y miraba a su prometido de reojo, ella sabía la verdad y lo notó en su mirada, pero no quería perder al hombre que amaba por reclamos inciertos.


—Yo creo que María Elena es demasiado bonita —dijo Blanca con voz tenue y armoniosa —yo estaría encantada de poseer unos ojos tan verdes como los de ella.


El resto de la comida pareció a todos una tortura lenta e incómoda y apenas tuvo oportunidad, Sebastián se levantó de la mesa. Su madre lo intentó convencer de acompañar a Blanca a su casa, pero Eduardo se ofreció a llevarla después de organizar unos papeles en su despacho.


El joven dirigió sus pasos al jardín, sus nervios se reflejaban en su forma de juguetear con la cadena que llevaba en el cuello, su poco apetito y lo poco que hablaba. Su padre había notado que algo pasaba, pero no quería actuar hasta no estar seguro, así que mientras su nuera buscaba sus pertenencias él siguió a escondidas a su único hijo.


Caminó entre los escombros pasando el jardín principal de la casa hasta llegar al patio trasero solo para observar a Sebastián sentarse frustrado en la fuente a jugar con el agua y mirar las nubes y entonces pasó, se confirmaron sus sospechas.


La pareja se besaba con desesperación mientras su padre contemplaba asqueado el escenario tras un árbol sin decir nada. Hablaban de escapar esa noche y de un encuentro secreto, pero él tenía otros planes.


El reloj marcaba las 10:00 p.m. y Sebastián esperaba en las caballerizas a una mujer que no iba a llegar, la lluvia calaba su ropa, pero nada de eso le importaba, la esperanza y el sueño de estar con la mujer que amaba ganaban al frío. Pasaron los primeros cinco minutos, diez, quince y la silueta que esperaba jamás llego. Desesperado corrió hacía el bosque en donde se encontraban las cabañas de la gente de servicio y una vez frente a la puerta entro sin tocar.


—¿María Elena?


—Sebastián.


La voz que escuchaba estaba lejos de ser la que anhelaba oír, tenía enfrente la silueta de su padre, alto e imponente que lo miraba con aberración, enojo y decepción>>



—Blanca, ¿de nuevo soñando despierta? - su amiga entró a la tienda despampanante como siempre, sus abrigos de piel tenían cierto olor que a Blanca le parecía desagradable —¿Sabías que la casa Mendoza fue vendida? Lo malo es que los dueños solo estarán aquí una vez al año.


—Es una verdadera tristeza que lleguen intrusos— el suspiro de Blanca parecía agónico y melancólico.


—Lo que es una verdadera tristeza es que se te haya ido la vida— su amiga parecía harta como si hubieran hablado de lo mismo cientos de veces— esa casa está maldita, el padre mató al hijo, la madre mató a su esposo y luego se volvió loca, entiendo que sufriste en su momento, pero los años pasaron y lo verdaderamente lamentable es que parece que te quedaste esperando a un muerto.


La familia de Blanca, sus amigos y conocidos trataron de apoyarla cuando ella en su juventud se enteró que su suegro había matado a su prometido por “accidente”, a ciencia cierta nadie conocía bien la historia, lo poco que sabían es lo que se rumoraba en el pueblo y era que, mientras Eduardo descargaba su arma, un terrible accidente ocurrió quitándole así la vida a Sebastián, que Noelia al ver el acto mató a su esposo en venganza y perdió la cordura.


Noelia siempre había sido una buena mujer, a pesar de su altanería poseía un buen corazón y Blanca en su juventud había sido testigo de ello. Sin embargo, fue doloroso que nadie le ayudara cuando empezó a desvariar ya que la versión de ella era mucho más tenebrosa que la que se escuchaba en el pueblo: Noelia juró tantas veces que su esposo había matado a sangre fría a su único hijo por celos, pues planeaba fugarse con la joven empleada de su casa, ella aseguraba ser testigo de cómo su esposo había condenado el alma de su hijo para después suicidarse ante los ojos de ella.


Caminaba todos los días por la plaza con una cadena de oro entre las manos (que había pertenecido a su hijo), pidiendo a los pueblerinos que le ayudarán a liberar el alma de su hijo que según ella, aún estaba en agonía en aquel bosque. Nadie le creyó a excepción de un brujo que probablemente lo único que quería era sacarle el poco dinero que le quedaba de su fortuna; a pesar de que Blanca intento convencerla de que no confiara en él, el dolor de una madre tras ver morir a su hijo parecía ser lo suficientemente fuerte para cegarla.

Nadie sabía lo que le había dicho el brujo pues unos días después de verlo se suicidó… nadie a excepción de Blanca.


Blanca nunca creyó lo que el brujo le había dicho a Noelia, pero Noelia le pidió fervientemente que nunca dejara que un alma pura poseyera la cadena. Parecía un cuento algo infantil creer que, cuando un alma pura la portara durante 18 años, daría su alma por la de Sebastián, por fin liberándolo.


No obstante, durante los últimos años ella soñaba cada noche con el alma de la persona que amó, pidiendo clemencia, los sueños solo cesaban cuando mantenía la cadena lejos de sí, pero no era algo que hiciera con frecuencia. Lidiaba todas las noches con el corazón roto, que a pesar de los años no se sentía menos enamorado de quien fuera su prometido y cada que lo escuchaba pedir piedad solo imaginaba como hubiera sido escuchar su voz diciendo “te amo” cada noche por el resto de la vida.


Desde hace tres años había tomado la decisión de engañar a un alma pura para liberar el alma de su amado y a su muerte poder estar juntos, pero la tarea había sido difícil.


El sonido de la puerta la despertó de su ensoñación, un joven entró a la tienda. Parecía ser una persona de buena posición social, iba de prisa y le temblaba todo el cuerpo, sus ojos eran negros y felinos, complexión alta, rasgos definidos… un tipo guapo.


—Disculpe, me han recomendado este lugar como el mejor, vengo en busca de una joya de recuerdo, pero tiene que ser de lo más especial— parecía expresarse a gritos bajos y su tono reflejaba demasiada felicidad— es para la mujer que más amaré en mi vida.


—Imagino que se refiere a un anillo de compromiso— dijo Blanca, tenía unos muy bonitos, aunque a ella le causara tristeza verlos diario en el aparador.


—No que va —dijo el hombre respirando de manera acelerada por lo rápido que hablaba— es para mi hija que acaba de nacer.


—¿Uno de esos regalos que los niños llevan toda la vida?— preguntó la amiga de Blanca, de pronto interesada en el nuevo Padre.


Esas palabras despertaron el interés de Blanca, miró de reojo al hombre y bajó la vista a su regazo.


—Tengo justo lo que necesita—su voz orgullosa y ganadora hizo que el hombre se interesará de pronto.

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