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Foto del escritorFernanda Tovar

La pérdida

Perder algo que quieres, que te importa o que te costó mucho trabajo conseguir es un golpe bastante fuerte, sin embargo, que eso mismo suceda con algo que no esperabas tener o que ni siquiera habías considerado es igual de doloroso, ¿a qué me refiero con esto?


Nunca creí en la posibilidad tangible de ser madre, de hecho llegué a bromear con no serlo en muchas ocasiones y solo se volvió una idea real en un punto interesante de mi vida. Como una broma cruel del destino quedé embarazada, lo cuál fue una sorpresa porque yo usaba un método anticonceptivo hormonal y mi pareja uno de barrera, ninguno de los dos quería un bebé porque yo empezaba mi último año de la carrera y él el primero de la maestría, hablamos del tema en incontables ocasiones llegando siempre al mismo punto: no niños.


Recibimos el 2016 con la noticia de que el retraso en mi periodo se debía a un embarazo de 3 semanas, primer balde de agua helada.


Después de mucha incertidumbre, peleas, malos ratos y mucho llanto se concluyó tomando la decisión más obvia: no tener al bebé. No le dijimos a nadie y empezamos a buscar soluciones a nuestro problema.


Habiendo decidido una fecha conveniente y convincente para llevar a cabo el procedimiento, reunir el dinero suficiente, así como hacernos a la idea al cien por ciento de la decisión que tomamos, intentamos continuar nuestras vidas lo más normal posible, enero transcurrió sin pena ni gloria, porque queríamos fingir que nada estaba pasando y cinco años después creo que muy poca gente conoce esa parte de la historia, pero bueno, no le debíamos explicaciones a nadie sobre las decisiones de los dos, ¿no?


Recuerdo que en febrero estábamos en la fiesta de un amigo cuando comencé a sentirme muy mal, los cólicos al principio eran muy leves, pero en un plazo de menos de dos horas ya eran insoportables, pedí irnos porque ya no aguantaba aparentar estar bien con un montón de gente que me hablaba e intentaba conversar conmigo mientras el cuerpo se me partía en dos. Segundo balde de agua helada.


Llegué a mi casa con un frío terrible, envuelta en un cobertor, me tumbé en la cama en posición fetal y me quedé dormida después de haber llorado un rato, en la madrugada el cólico más fuerte me despertó y sentí como “algo” salía de mi cuerpo, no fui consciente de eso hasta que me levanté al baño y observé una bolsita de consistencia gelatinosa en mi ropa interior, obviamente me asusté porque yo sabía que estaba embarazada, sabía que no queríamos al bebé pero no imaginé que todo ese episodio acabaría así, tan de repente y tan doloroso.


Le escribí a mi pareja por WhatsApp, obviamente no contestó porque eran las 4am, a la mañana siguiente me negué a ir al médico. Cuando mi familia me vio tan adolorida y con tan mal semblante culpé a mi periodo por el dolor físico, me quedé callada, no le dije a nadie más lo que había pasado. Me negué a hablarlo porque me daba vergüenza, porque cada vez que lo pensaba recordaba que yo no lo quería y que tal vez fui yo la que provocó todo.


Perder un embarazo sin importar las condiciones en las que se desarrolló duele, porque durante mucho tiempo me culpé por haber planeado no llevarlo a término, me culpé por no haberlo deseado y hasta por haber fingido que no existía y seguir mi vida como si nada estuviera pasando; imaginé las posibles alternativas que teníamos antes de tomar una decisión, pensé en todos y cada uno de los escenarios que hubieran existido y nada de eso calmaba el dolor emocional de la pérdida que acababa de tener.


Porque sí, perder algo que no quieres también duele, perder algo para lo que no estás preparada duele.


Años después me enteré de que mi cuerpo rechazó el embarazo por cuestiones médicas y dejé de flagelarme como había hecho por tanto tiempo, porque entendí que, aunque lo hubiéramos querido o planeado hubiera pasado exactamente igual y posiblemente hubiera sido más doloroso emocionalmente no solo para nosotros sino para la gente que nos rodeaba.


Hoy ya pienso en eso sin tanto dolor, sin tanta culpa, entendiendo que así debían pasar las cosas, que así tenía que ser, que eso fue lo mejor.

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