La primera vez que escuche sobre Nirvana, fue a través de mi mamá y posteriormente me encontraría la icónica portada de Nevermind en MySpace, llevándome a escuchar una de las mejores voces del grunge. Tenía apenas 11-12 años.
Quien me conoce sabe qué, en ese entonces, mi mundo musical solo tenía dos caminos bastante diferentes entre sí. ¿Quién pensaría que la fan de la música de Disney se la pasaba escuchando a Kiss, Black Sabbath o Nirvana? Esa habilidad de conectar con la música sin importar el género es sin duda una de las cosas que genuinamente me gustan de mi persona. Otro día escribiré sobre esa conexión.
Kurt fue mi primer encuentro real con una historia de suicidio. Su caso, para entonces, había pasado 12 años atrás. Una escucha y sabe que es, y para muchxs, a esa edad tan corta se vuelve incluso una broma recurrente, usamos la palabra con tan poca responsabilidad, incluso hoy.
Como cualquier fangirl, quise conocer todo sobre Nirvana, sus integrantes, sus influencias, etc., repetía incansablemente All apologies y con alguna beca compré el Unplugged in New York. Lo único que no recuerdo, de ese periodo de descubrimiento y a esa edad, es siquiera interesarme por la carta de despedida de Kurt.
Sabía (con mucho prejuicio) qué, como muchos músicos del género, Kurt era un consumidor activo de diversas sustancias, pero jamás me detuve a considerar si existía alguna otra razón, si el dolor físico de una persona podría quedarse corto al compararse con el emocional y psicológico. ¿Cómo podría? Ni siquiera sabía identificar de donde venían mis propias emociones y sentimientos dominantes en aquella época.
No la comprendí la primera vez que leí, tuvieron que pasar muchos años para empezar a entenderla y aún así, no podía entender como alguien que escribía “solo hay bien en mí, y pienso que simplemente amo demasiado a la gente”, podría sentirse tan vació, o ¿por qué pensaría que pedir empatía era demasiado? y la más triste duda en ese entonces fue ¿cómo este ser, amando como decía hacerlo, podía dejar a su motor principal en los últimos dos años de su vida (Frances, su hija)?
Mis encuentros posteriores con el suicidio no serían más amables, sin embargo, tampoco me marcarían como el suyo aún cuando yo no lo viví (ni siquiera figuraba yo en este mundo).
Lo más cerca que estuve de entenderlo completamente, fueron mis propias experiencias, dos intentos de detenerlo todo, para ser exacta. Mi dolor emocional y psicológico, se volvió físico, y hurgando en mi pasado, me culpaba muchísimo por haber usado la palabra “suicidio” o la frase “me quiero morir”, muchas veces antes y tan a la ligera, que en ese momento ya me parecía la broma premonitoria más cruel a mí misma. Cuando mis intentos fallaron, me considere la persona más cobarde por poner a la gente que yo amo primero y no apagar lo que yo estaba sintiendo.
La historia de Kurt cruzo mi mente algunas ocasiones en esa época, me parecía valiente que alguien que escribió “amo y me compadezco demasiado de la gente”, no se hubiera detenido de presionar el gatillo, justo por esas razones.
Para mí, hoy ambas situaciones son válidas, seguir o detenerte, por la gente que amas. Seguir o detenerte solo por ti.
Sinceramente, nunca nadie, comprenderá al 100% las razones por las que alguien decide ponerle fin a su vida y es justo por eso, que nadie, tiene derecho a juzgarlas.
El dolor que hace 30 años nos quitó a una de las voces con más rabia de toda una generación y que vivirá por muchos años más, por legado y si, también moda Tumblr Fashion 2010, fue uno físico que posteriormente se transformaría en emocional, al hacer un recuento de lo vivido dentro del laberinto de su fama, la música, su extinta pasión y el amor a su familia.
De esa nota, que fue lo último que nos dejaría Cobain, hay una oración que, si nos ponemos poéticos, resume un poco las razones de cualquier ser que contempla o lleva a cabo el “Game Over voluntario”:
Es mejor quemarse que desvanecerse
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