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  • Foto del escritorBreen B.M.

Todo es temporal

Siempre he pensado que el diagnóstico de una persona, del tipo que sea, no la define, y lo mantengo. Sin embargo, el día en que yo recibí un diagnóstico, los nombres que tanto había buscado para lo que me estaba pasando y para todo lo que sentía, ese día, el mundo se me hizo chiquito.


No se detuvo, al contrario, siguió y me estaba asfixiando.


Había esperado tanto por un nombre pensando que me daría tranquilidad. Pensé, erróneamente, que saber qué era me ayudaría a entenderme más, a controlarlo o al menos manejarlo mejor, pero fue totalmente distinto, cada nombre, cada síntoma, cada cosa que antes no tenía sentido, se maximizó.


La impostora dentro de mí, comenzó a creer que el diagnostico, en efecto, me definía como persona y ante lxs demás. Así, para mí fue y sigue siendo bastante fácil aislarme de todxs, ignorar mensajes o tardar en contestarlos, guiada por el sentimiento de que, tal vez a través de la pantalla e incluso de frente, aquellxs con quienes hablo no podrán ver más a la persona que conocen, como si solo pudieran ver mil etiquetas con todo lo malo que puede existir en mí, pegadas a la cara.


Me ha costado tanto repetirme diario aquello que he dicho para otrxs, por apoyo o por intento de disminuir el estigma que sigue latente (sobre la salud mental y las marcas que cualquier tipo de trauma puede dejar), ha sido de las cosas más cansadas que he tenido que hacer. Creer firmemente que no soy mi diagnóstico, que solo es una parte de mí que lucho diario por “arreglar” y que no será algo que detenga mi vida, me ha dejado en muchas ocasiones, con dolor físico, incapaz de moverme y con nulas ganas de existir.


He necesitado todo de mí para poder aplaudir y apreciar el enorme esfuerzo que realizo diario por vivir y ser “funcional y productiva”; porque la mayoría de las veces cuesta el triple que a lxs demás conciliar un poco el sueño, levantarte al día siguiente, hacer la más mínima cosa y simplemente vivir. No hay energía, no hay ganas y en muchas ocasiones (la mayor parte del tiempo), parece no existir motivo o razón.


Me ha costado aceptar la idea de que hoy, en el momento en el que me encuentro, no puedo disfrutar de las cosas y de las personas como lo hacía antes (ni siquiera de mi canción favorita), aunque jamás dejaron de ser interesantes.


Sin embargo, también estoy aprendiendo que sentir y dejar fluir (incluso los sentimientos y emociones negativas), es parte de avanzar aunque sea invisible ante la mirada de unx.


Que sentarte, ver tus “males” a la cara y enfrentarlos, es una de las cosas más difíciles y desgastantes en la vida, pero que tratar de huir, solo hará la carga más pesada; aprender que si no los enfrentas, te consumen y al final, definitivamente terminaran borrándote.


Estoy tratando de que se grabe en mí, que si bien es una guerra contra mi mente, las batallas no necesariamente debo pelearlas sola. Que es un proceso individual, pero que contar con una red de apoyo siempre será necesario.


Sé que no tengo (ni tendré) el control total y no puedo forzar las cosas ni acortar el tiempo, pero estoy avanzando. Sé que no soy la única y que recibir ayuda profesional (del nivel que sea), no es motivo de vergüenza. Sé que, posiblemente, el miedo, la ansiedad, los nervios, el pánico, etc., nunca se vayan, pero también sé que en algún momento, podré vivir con ellos sin que me asfixien y me succionen toda la energía en el cuerpo, la mente y el alma.


Sé que hay que enfrentar las cosas de las que nos hemos alejado.


Sé que hoy me siento vacía, pero también sé que todo es temporal y que si se me olvida, solo necesito ver mi cuerpo, con su recordatorio en tinta permanente. También sé que si eso falla, tengo una red de apoyo que me ha llenado de amor y no me ha soltado ni un poco, en los momentos en que quiero que todo termine. Sé que hay más motivos por los que puedo estar agradecida, que aquellos por los que deba poner punto final.




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