Quiero empezar esto diciendo que soy consciente de que los seres humanos somos seres sexuales desde el momento en el que nacemos y de que nuestra relación con el sexo va más allá del coito.
A lo largo de los años, hemos aprendido a expresar la sexualidad a través de las palabras, movimientos pequeños y cotidianos, nos involucramos sexualmente con lxs otrxs desde los sentidos. Y a pesar de que hablar de sexo y de las fantasías o deseos alrededor de este, debería ser un tema que nos incluya a todxs, hoy la plática abierta de este tema, sigue siendo un tabú, lleno de etiquetas, expectativas y sueños irrealistas.
Dicho esto, hablemos de la industria de la pornografía, esa que nadie (todxs) queremos ver.
Una de las industrias más prolíficas en el mundo, sobre todo en USA, aquella que los motores de búsqueda “ocultan” pero de la misma que te ofrece “Cerca de 3,330,000,000 resultados (0.40 segundos)” (directo de la búsqueda de Google) a un solo click.
Ahora veamos más allá de las cifras y de los minutos de placer que te puede proporcionar este “sector del entretenimiento” (saben que solo son minutos, no se hagan).
Tenemos mucho que hablar de lo que se encuentra detrás de esta industria, problemas que van más allá de la creación de falsas expectativas, problemas como la trata, la explotación, el abuso, entre muchas otras cosas, tan grandes que considero que merecen un artículo aparte.
Hoy quiero hablar de uno de los ejemplos más conocidos sobre cómo estas producciones poco a poco han deshumanizado a las mujeres que han contribuido a sus millones.
Mia Khalifa hoy tiene 28 años y es activista, de origen Libanés, estudió Historia y se graduó en la Universidad de Texas. Sin embargo, es conocida y “reconocida” únicamente por los tres meses en los que a sus 21 años participó en filmes para adultos y que a pesar de la cantidad de dinero que generó y sigue generando para las compañías en las que trabajó, únicamente fue acreedora a $12,000USD, sin derecho a regalías.
Dentro de esta industria y aún con amenazas de muerte diarias, Mia es de los casos más “afortunados” (al poder salir de ahí con vida y al contar su historia) y sobre todo más conocidos mundialmente.
La sexualización y deshumanización de esta mujer y el impacto que ha tenido para todas nosotras, hoy ha llegado al grado en donde en días anteriores tuvo que disculparse con una joven que contó su experiencia de acoso y hostigamiento en preparatoria por el simple hecho tener un ligero parecido físico con Mia y hacer uso de un objeto tan normal y vital para muchxs, como lo son LOS LENTES, lo que ocasionó que muchas jóvenes relataran sus experiencias de acoso y cosificación gracias a la falsa imagen de las mujeres, que la pornografía ha creado alrededor de este sencillo artefacto que la mayoría de las personas usamos.
Personalmente me resulta difícil de comprender lo sexual de algo tan simple. Si, somos seres sexuales. Si, hemos aprendido la expresión de la sexualidad de distintas formas, pero, ¿Unos lentes? ¿Tanto ha dañado la realidad el porno, que en unos lentes encuentran una sugerencia?
Me resulta muy preocupante e injusto que niñas, adolescentes y adultas, sientan incomodidad al usar sus lentes, porque muchos de los hombres con los que conviven no han separado la fantasía de la realidad.
Y eso solo hablando de unos simples lentes, ya que hoy pareciera que todo accesorio o prenda de vestir es objeto de fantasías, que si bien se tienen que hablar, no son motivo para incomodar o acosar a alguien. Desde la ropa de cama hasta la ropa formal. Desde los zapatos cómodos hasta los tacones. Nada está fuera de las fantasías que el porno hoy a puesto al alcance de todxs.
La pornografía ha afectado no solo la forma en la que se nos ve como mujeres, sino en lo que se espera de nosotras dentro de las relaciones, se espera que aun cuando los encuentros sexuales son en mayoría espontáneos, estemos totalmente listas, luzcamos perfectas, sin vellos corporales, sin marcas de ningún tipo, que se encuentre todo firme y en su lugar, que no haya nada que no sea estético. Se espera que el acto sea largo, que las posiciones “tan fáciles” como se ven en pantalla, sean cómodas y placenteras para nosotras, entre muchas otras cosas.
Ojo, no generalizo, pero he visto de cerca lo distorsionada que se ha vuelto la realidad en la mente de los que han normalizado el consumo del porno y peor aún, en quienes han desarrollado una adicción a este, en donde el más pequeño detalle en nuestros cuerpos o accesorio que utilicemos, puede ser visto como sexual o como invitación.
Es sin duda el resumen de otro de los males del mundo en el que vivimos, otro de los escenarios en donde no somos más que un cuerpo que esta para el placer de otros. Un escenario en donde, en palabras parafraseadas de la propia Khalifa “Los hombres que te gritan, son los mismos hombres que te consumen”.
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