Durante gran parte de mi vida, he sido calificada bajo adjetivos como tímida, callada y seria; para mí, ser nombrada así era sinónimo de ser “aburrida”, alguien “sin chiste” y por mucho tiempo creí que eso era lo único que me definía, lo único que tenía para ofrecer.
Hasta que una vez, en una conversación inesperada alguien me dijo que, nosotros no somos solo una cosa u otra, sino que vestimos distintas máscaras dependiendo del contexto y de quienes nos rodean. No somos los mismos cuando estamos con amigos, estando con nuestros padres, en la escuela o el trabajo; al principio me pareció que sonaba a hipocresía, ser una persona frente a unos y una diferente con otros, parecía falsedad absoluta.
No obstante, después de pensarlo un tiempo, tuvo sentido.
No estamos diseñados para tener una sola emoción, sensación, expresión, pensamiento, etc. Somos humanos capaces de reaccionar de manera distinta, dependiendo de nuestra historia y los variados contextos en los que nos encontramos.
Si bien, no me gustaba mi propia percepción de timidez, tampoco puedo negar que es parte fundamental de mi personalidad, sin embargo, no es todo lo que soy, también soy divertida, inteligente, consejera, temperamental, crudamente honesta, tengo muchas máscaras al igual que los demás, algunas son más livianas y fáciles de portar, mientras que otras se convierten en máscaras de plomo que pesan incluso hasta el alma.
Quizás le mentimos al exterior con estas máscaras, pero ¿podemos mentirnos a nosotros mismos?, ¿Son mentiras, escudos u otra cosa?, ¿Habrá máscaras que se fusionan con nuestra piel tanto que ya no notamos la diferencia?, ¿Tanto que ya no nos reconocemos debajo de ellas?
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