No me perdí ni me escondí, yo solo tuve que salir, para ver que adentro mío ya no te extraño más. Valeria Gastaldi
Tengo miedo de verme al espejo, enfrentar las verdades y verme el rostro mostrando facciones de adultez, me evado.
Me encuentro en la mesa del comedor (nunca en la del rincón), comiendo un bocadillo a las 2 AM, es ahí cuando imagino a otra yo, tras el espejo octagonal viviendo en una fase distinta a la mía.
Me despido por ahora y les dejo con ella.
He comprado ese espejo para apreciar mis cambios, siendo siempre yo. Todas las mañanas desenredo mi cabello, al hacerlo vuelvo a la realidad con tres palabras: “no le menciones”, pero su nombre respira en la comisura de mis labios, vaga en mi saliva y sale en el momento más inesperado; a veces en voz alta y me apresuró a callarlo en silencio, deseando que ni siquiera la ciudad lo escuche, la intención es en vano, lo saben.
En mi vida nunca he escrito nada, prefiero simplicidad de tener tranquilidad en lugar de agarrar el lápiz para entregarlo al papel, las letras en ningún momento eclipsaron mi atención, pero dedico mi energía a ser chef, el horno de juguete en la niñez y la familia me alentó a seguir ese sueño que sigue viviendo.
La idea de escribir comienzo hoy por un reel en Instagram, así tomé la decisión: redactar frente al espejo para que conozca mis penas y ayude en su liberación. Sí, esto es sobre ti, aunque omitiré la forma en que te han nombrado tus padres para darte como mínimo algo de privacidad.
Es intenso y fuerte recurrir al “¿Qué eres tú para mí?”, responder: un arrepentimiento que deseo borrar. Como contraste a la situación, muy dentro de mi pecho, te imagino cualquier día, bajo el umbral entre fragmentos de la canción "Enchanted": I'll spend forever wondering if you knew, I was enchanted to meet you. Soy firme cuando digo: nunca pasará, porqué soy yo quien hace dicha actividad los días en donde el retorno a esa canción es primordial.
Al abrir los ojos, agradezco. Cuando terminó pido un favor, no imaginar tu silueta recorriendo el lugar donde te conocí, pues mi yo ilusionada con tu presencia iría corriendo tras de ti, dejándolo todo sin voltear; rompiendo los lazos que el tiempo formó bajo el suspiro del reloj.
Sigue mi ritmo muchacho, alguna vez soñé una frase y me quedé con ella: "Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto". Muchos años atrás me bañé en el polvo enamorado, flui en el mar de la inocencia, ¿Al final qué pasó?, casi una experiencia religiosa, mágica, mística, que bajo la palabra se traduce como la nada en sí misma. Este intento en nada término, como cualquier noche de verano.
Yo confieso ante las Diosas todas poderosas, el haber llorado con cada canción triste de Taylor Swift, la pequeña oración resuena en mí: but I knew you dancin' in your Levi's, drunk under a streetlight, I, (noche que aun va a prisa y sin ningún presente).
Ahí es, el ejercicio de encontrar dentro de sus letras, cada cosa que dijiste o quisiste hacer conmigo. La única intención (descubierta ya entrada en años) fue: moldearme de acuerdo a tus absurdos ideales y pasar un buen rato con alguien que al principio era tan desconocida como ese espacio al que en la entrada por destino te correspondía.
Una tarde caminé en la lluvia para olvidar que la temporada del amor está de moda, con sus encuentros, los regímenes conductores de la locura, así como sus mentiras, al llegar a la cafetería me quité el impermeable, pedí pastel de chocolate para empalagar mi día, el pedido está marchando. En la mesa delante a la mía, escuchó a unas adolescentes desahogarse con su amiga de amor, figúrese que pusieron su corazón en el mismo ser, la amiga escucha a ambas y les dice, “no peleen por él, dejen ir esos sentimientos y deseen lo mejor”.
Resuena en mi cabeza: ¿Qué es lo mejor?, tal vez algo pesado que empieza en “ojalá que te...”. No, no y no, eso se llama hacer el mal. Para. Vibra distinto, el estilo es eje principal. Bien lo sé, mejor pienso “alguien te va a hacer llorar cuando te enamores". Por favor, busca algo mejor, jamás será la intención a comunicar, por ende redactó: mejor lo dejo así.
Desenredo mi cabello todos los días, teniendo al vidrio antiguo del agua me aprecio sin emociones, en su lugar tengo al gigantesco espejo, ese bonsái marchito sobre el buró y un corazón pegado con banditas adhesivas; esta mañana vi el reel, tomé el lápiz, sigo concentrada, mi pequeño cuaderno se llena, el esmalte besa la hoja rayada, deja atrás su naturaleza hacia las uñas, recuerdo: "Hasta el día que se quite ese esmalte en mis uñas dejaré de amarte", muchos esmaltes lo han cubierto entrando al ruedo, en cambio el tacto de ese primer pseudoamor es inmune a la piedra que inventé por corazón.
Abandono el papel escrito redactando: “¿Qué me dejo tu adiós?”, respondo a la velocidad de la luz: un abrazo frío, un par de armarios vacíos, letras sin sentido resonando por la boca que no te dejé besar y a Van Gogh, cantando sin su oreja un par de canciones que amabas, en ese entonces, escritas en mis heridas, cuyo sabor es tan amargo como tu olvido a mi nombre y presencia en ti.
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